jueves, 27 de septiembre de 2012

Vergüenza

Trece manifestantes se han aferrado a las vallas situadas ante el Congreso. Todos están encapuchados con homogeneidad. Las zarandean y descolocan. Una cincuentena de policías se deslizan por la fachada del museo y los rodean. Hubiera sido fácil detenerlos y arrastrarlos hacia el puesto de mando colocado tras de la barrera metálica. Pero no es así. Los ignoran y el grupo marcha en el momento en que el escuadrón policial se abre en semicírculo e inicia  una carga indiscriminada contra la muchedumbre que retrocede desde ese último tramo de la Carrera de San Jerónimo hacia la Plaza de Neptuno.

Hay gente en el pavimento en un amasijo confuso, parece un montón de carne picada. Veo el tumulto desde la reja de la ventana del Thyssen donde he subido. Un nuevo grupo de policías ha salido por el mismo lugar y avanza entre la multitud abriéndose paso a golpes. Despeja un tramo y se une con la anterior formación dejando cuerpos desmadejados a su paso. Tendidos en el suelo.

Es una masa heterogénea, dolorida. Un golpe de defensa ha derribado a uno. La culata de un fusil lanza-gases le remata con un fortísimo golpe en la espalda cuando ya está tendido sobre el asfalto. No se mueve. Mantiene los ojos muy abiertos como espantado. Segundos más tarde se agita en convulsiones. La policía no lo auxilia. Varios manifestantes están a su lado. Entre el tumulto generado por la carga avanza una ambulancia que le evacúa en una camilla. Los golpes le han producido una lesión medular  según puede saberse unas horas después.

En algún lugar hacia la Plaza de Neptuno suena algún escopetazo aislado. Desde el Paseo del Prado, por su acera derecha en dirección a Atocha, ha avanzado otra formación policial que amplia la tierra de nadie. Me encuentro tras el cordón de policía. Frente a él, los manifestantes se han sentado en el suelo. Destaca un sexagenario de barba blanca. Levanta las manos y grita  que 'estas son sus armas'. Otros que 'no nos representan'. o 'lo llaman democracia y no lo es'.  Al viejo lo arrastrarán cuatro policias unas horas más tarde por todo el Paseo del Prado. Por un momento, todo se ha tranquilizado. Son casi las 9 de la tarde y Cristina Cifuentes se despide de sus seguidores de Twitter con un 'hasta mañana' lacónico .Pero no ha terminado nada. Solo ha comenzado.

Un grupo de encapuchados sube desde Neptuno. Mantienen una alineación casi castrense. Portan unas banderas extrañas y anacrónicas, unos trapos de color rojo o negro sin ningún otro símbolo visible y en el extremo de unos largos listones demasiado finos para ser ofensivos y causar lesiones, pero muy evidentes; como si quisieran dejar sentada su existencia ante las cámaras que los rodean. La emprenden a golpes con el cordón policial aunque parece una agresión  coreográfica y milimetrada. Como las de aquellas peleas infantiles donde tienes miedo de herir al amigo. Al grupo se ha unido un encapuchado de vestimenta y calzado similar al que, unos momentos antes, arrastraba un policía por el Prado abajo con cierta delicadeza.

Todo tiene el aire irreal de haber sido ensayado de antemano. Lo he visto otras veces en esos ejercicios de control de masas que se realizan en las academias policiales para disfrute del personal y lucimiento de los mandos. Avanzan y retroceden. Algunos quedan tumbados en el suelo. Han recibido unos golpes pero con cierta formalidad cortés y sin mayores consecuencias. Ha salido un paisano de entre los policías, también encapuchado y derriba a un manifestante. Se acerca un uniformado. Intentan ponerlo los grilletes entre los dos. Se resiste y grita: ‘Soy compañero, soy compañero’. El paisano con las esposas se vuelve hacia los uniformes y vocifera: ‘Dejadlo, que es compañero, coño, que es compañero.

La presión de los policías sobre la muchedumbre se intensifica a medida que comienza a obscurecer y los estampidos se escuchan con mayor frecuencia. No ha habido ninguna reacción de los manifestantes. La falta de luz acompaña estas maniobras de avance hacia la Glorieta de Carlos V. Sin luz hay más dificultad en captar imágenes y, por tanto, más capacidad de actuación sin reproche informativo. Pasaba igual en los saltos estudiantiles en los años del tardo franquismo.

Pero no es lo mismo. Los equipos digitales tienen más capacidad de captar la luz. Y muestran al dueño de la cafetería Prado impidiendo el paso de unos agentes al borde la histeria que quieren desalojar el local. Lo impide: “Con porra aquí no pasas”, dice. Y le zarandean y agreden. Pero insiste, ‘No pasas con la porra’. Y aunque el agente le coge de la pechera y la corbata, mientras desde dentro quieren arrastrarle hacia el interior, no pasa. Y el policía desiste. Cae en la cuenta, me gustaría pensar, de la masacre que puede organizar en el interior. Y se retira. Y es, entonces, cuando todos se dan cuenta del frágil éxito que ha tenido el Derecho ante la arbitrariedad y la brutalidad del orden publico a toda costa, propio del estado de sitio.

Aunque nadie lo ha declarado y las normas democráticas siguen vigentes, los grupos de policía siguen avanzando desde Neptuno. Ahora es un ejército compacto. Avanzan primero los provistos de escudos. Le acompañan otros con porras que abandonan la formación de vez en cuando para tundar a modo a un manifestante rezagado. Detrás de la formación, avanzan los escopeteros, unos provistos de lanzadores de botes, otros con munición de bolas de caucho. Munición no letal la llaman los edictos de compra del BOE. Pero disparadas a bocajarro o en puntos sensibles del cuerpo humano pueden causar la muerte de un ser humano. Y la noche, pese al alumbrado, a los neones comerciales y a los destellos y rafagazos azules  de los coches policiales, impide apuntar con precisión.

Unas primeras patrullas han traspasado el vestíbulo de cercanías de la Estación de Atocha. La tolerancia que han ejercido frente a los chalecos y las acreditaciones ha desaparecido. A unos, directamente, les aporrean las cámaras, a otros les exigen la entrega de la tarjeta de memoria donde se almacenan las imágenes. En el anden, bajo las escaleras un hombre mayor sentado en uno de los bancos metálicos hace frente a los policías que le exigen que se levante. Se niega. Se abraza a un joven que transporta en una silla metálica. Y aulla fuerte. Muy fuerte. “Vergüenza, vergüenza, vergüenza”. Los policías se alejan y le dejan gritando, abrazado al muchacho. Con el reverbero de las bóvedas de la estación es difícil precisar si se trata de una letanía personal o todos los viajeros de los andenes se han unido en un clamor colectivo que grita: “Vergüenza, vergüenza, vergüenza”.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Ni galgos ni podencos

Señor.
Acuso recibo de su atenta del pasado 18 de septiembre y no discutiré si son galgos ni podencos. Tengo claro quienes han sido. Incluso si Su Majestad prestará más atención a su entorno, podría identificarlos solo por el brillo marfileño de sus mandíbulas, acostumbradas a tragarse tres o cuatrocientos ciudadanos a modo de desayuno. De no recordarlo, su Valet de Chambre podrá aleccionarle sobre sus nombres. Sin embargo, estoy confuso. Sin duda alguna, podría identificarlos con poco esfuerzo regio a poco que tirara de archivo nobiliario. Los encontrará en las credenciales que extendió Su Majestad misma nombrándolos Marqueses de tal o Baroneses de cual. A voto pronto se me ocurre el ejemplo magnífico de la Condesa- consorte de Murillo y Grande de España, título que, asociado al de presidenta de la Comunidad de Madrid, viene a ser un chascarrillo digno de cualquier Club de la Comedia.


Los encontrará, también Vuestra Majestad, entre plebeyos visitantes ocasionales de su real casa. Plebeyos pero banqueros de mucho ringo rango que han sepultado las finanzas públicas españolas bajo capas geológicas de deuda bancaria impagada y convertido a mi país en una losa continua de cemento hidráulico alicatado hasta el techo. Cuente Vuestra Majestad entre los responsables a esas oleadas de Ministros, Consejeros, Concejales, Presidentes de Diputaciones o de Gobierno a los que ha conocido en los besamanos pagados con la parte alícuota de mi IRPF; no con la de ellos que, como Vuestra Majestad bien sabe; sea por experiencia propia o por lo que se lo haya contado su sacro real yerno, están exentos de tributación, no deben declarar ante nadie o si deben, se envainan ese concepto preciado de patria que les obligaría moralmente y evaden todo lo evadible hacia tierras más comprensivas con los capitales saqueados.

A decir verdad, Señor, juega con ventaja. Vuestra Majestad tiene quien le escriba, notable privilegio que le diferencia del célebre coronel literario. Pero, repare que lo hace mal, torpemente y no bajando a la arena de la situación que vivimos las familias reales de este país. El  escribiente le quita a Su Majestad los últimos restos de legitimidad que pudieran quedarle por muy dignamente que los cosechara. Que lo hizo y  sin discusión posible.

Hierra vuestro escribidor. No han sido galgos ni podencos, ¿Como van a tener la culpa unos miserables perrillos?. Han sido los saqueadores. Gentes, ya le digo a Vuestra Majestad, capaces de merendarse cada tarde, después de la partida de golf, el futuro de 1.000 o 1.200 niños, firmar ERES para 2.000 o 3.000  trabajadores, desmantelar el estado de derecho, cercenar las libertades colectivas e individuales, poner cara de póker después y gritar a los cuatro vientos: ¡Han sido los mercados, han sido los mercados!.

¿Comprende Vuestra Majestad?. No hemos sido los ciudadanos. Han sido los saqueadores y la metáfora de los perros es muy acertada y comprensible si se refiere a ellos. Quizás tenga posibilidad de afirmarlo y utilizarla en una próxima epístola dirigida a los poderes financieros, a la trouppe de la élite política, al conjunto de empresas que saquean recursos extranjeros y  que, cuando otros igual que ellos se las dan bien dadas, corren pidiendo ayuda a los ciudadanos y gritando: ¡Roban a la Patria! ¡Sus y a ellos! ¡Vivaeeeeeeeespaña!.

Vuestra Majestad entenderá que deseche su llamamiento por que no comprendí sus sonrisillas satisfechas con el Presidente Rajoy cuando le  anunció las medidas injustas e insolidarias contra la mayoría de los ciudadanos españoles.  Asistí atónito a sus miradas  a otro lado cuando su sacro real yerno imputado saqueaba administraciones públicas compinchado con políticos igualmente corruptos. Por esas y algunas razones más no entiendo ahora su convocatoria a defender una patria común, reclamando 'una acción decidida y conjunta de la sociedad, a todos los niveles, en defensa del modelo democrático y social que entre todos hemos elegido'.

¿Sabe Señor? creo que es así por que miro a  mi alrededor y no reconozco el país que ayudé a construir. Debía ser ecuánime, justo, generoso, de todos y para todos y lo han convertido en una finca particular y exclusiva de los capitales especuladores, las grandes concentraciones industriales y algún que otro grupo mafioso subterráneo. Es decir, Señor,   a este imperio austrohúngaro de opereta de enredo, sin un Berlanga para contarlo, que todos ustedes, incluida Su Majestad, están contribuyendo a crear, ya no puedo reconocerlo como ni como mio ni como patria. Vuestra Majestad sabrá disculparme. A mi me borra del libro.
Reciba Vuestra Majestad el testimonio de mi consideración.

martes, 18 de septiembre de 2012

¿Volvemos a los tiempos del miedo?

Ha muerto Santiago Carrilo. Su último artículo lo títuló ¿Volvemos a los tiempos del miedo?. Nada más ajustado a una realidad que se nos vuelve estrecha y nos tira de las sisas de los derechos. Supo avisar, por más que con el dedo silencio le avisaran o le amenazaran con miedo. Hasta siempre, Santiago.

¿Volvemos a los tiempos del miedo?

jueves, 6 de septiembre de 2012

El futuro es suyo

No logro desprenderme de la desazón que me produce contemplar  este fragmento de 'Cabaret' que traigo a colación. Es una denuncia visual sintética del ascenso y aceptación de las ideas nacionalsocialistas entre los ciudadanos de  la Alemania de entreguerras. Tiene algo intranquilizador por lo de incontenible que anuncia. Por lo insidioso. Por lo de modelo general que explica


Lo que mas me aterra es esa transformación paulatina de la kermesse campestre en una horda. La alegre fiesta de fin de semana mutada en un coro amenazante y bélico de hombres, mujeres y adolescentes con semblantes contraidos, aparentemente normales momentos antes, y que anticipa la noche y niebla alemana que sepultó vidas y libertad.

Solo un anciano se mantiene a salvo del contagio de esa histeria social, luego histeria asesina. Me conmueve contemplar sus dudas, su indefensión, sus miedos. Se le sabe negándose a sumarse al terror. Se le nota inquieto por sus posibles consecuencias y muestra un desánimo incontable aplastado bajo esa fanfarria marcial, inductora de opresión y odios sociales, y procurando pasar desapercibido.

No puedo dejar de pensar que 'Tomorrow belong to me' (El futuro es nuestro) muestra una anticipación de las situaciones que pueden desencadenarse en Europa y en nuestro país. Me siento como ese anciano: perplejo, angustiado, miedoso. Pero al cabo, y viendo la contraparte de Spitting Image producida sobre este mismo asunto en tiempo de la Dama de Hierro, desecho tal idea. ¡Exagero. Sin duda alguna!, me digo. ¿Fascismo?. ¿Como va a poder ser viable el fascismo en pleno siglo XXI?. Seguro que podrán controlarlos.


sábado, 1 de septiembre de 2012

Un lenguaje para dominarlo todo

Como el célebre anillo del libro de Tolkién: un lenguaje para dominarlo todo. Se trata de un artículo confeccionado por un grupo de profesores universitarios que anticipa la perfección de un sistema de propaganda social basado en el uso del lenguaje y participado por medios de comunicación.


Unas líneas muy valiosas que sistematizan las formulas usadas por las élites económicas para fijar las preocupaciones del ciudadano e impide la contestación social. Nada que no se haya dicho antes pero que desenmascara las fórmulas tópicas del lenguaje político y llama a usar el lenguaje con ánimo crítico para desvelar el texto más allá de lo que dice.